15.9.09

Del Amor al Odio... y del Odio al Amor.


CAPITULO 4

Con Cecilia fuimos a la cocina por nuestras loncheras como de costumbre y cuando salimos en los bebederos estaba Giovanni, yo iba a salir y apareció Felipe, el compañerito molestoso de Giovanni. ¡Peor!
- ¡Giovanni! Ahora que estamos todos talvez quieras decir la verdad – dijo Felipe. Mi estomago empezó a dolerme y mis latidos aumentaron, esto no acabará bien, eso es seguro.
- ¿Que verdad? Si aquí el único mentiroso eres tú – y sonrió
- ¡Vamos! ¿Por qué no admites de una vez por todas que mostraste la carta? – Felipe ahora estaba hablando muy enserio.
Giovanni miró a todos los que estaban a su alrededor, incluyéndome, luego posó sus ojos en Felipe y esbozó una media sonrisa.
- Ok, Ok. Lo admito, le mostré la carta a toda la clase. ¿Y que importa? – ahora se dirigió a mí – ¡Si tú ni siquiera me importas! – y luego rió. En ese momento quería que se abriera un agujero en la tierra y yo cayera en él. Prefería haber estado en cualquier lugar que en los bebederos, en el colegio y en frente de todas esas personas que me miraban como diciendo “que estúpida es ella”. Lo único que pude hacer fue irme a la cocina nuevamente, es que no sabía que hacer, y para colmo llega una compañera mía y no sé si de gusto se dirigió a mi y casi gritando dijo.
- No se te ocurra llorar – Los que estaban en los bebederos de seguro habrían escuchado eso. Ahora él se iba todo un ganador, un campeón que hizo llorar a una chica arrastrada. Bueno y yo no estaba llorando, no en ese momento.
Cuando llegué a mi casa me encerré en mi cuarto y lloré toda la tarde, me sentía tan tonta. En que momento se me pasó por la cabeza declararme al chico más lindo y más idiota del colegio. Sé que no soy una chica muy linda, de hecho no tengo encantos físicos que digamos, pero no me merecía esta humillación. Lo peor es que por más idiota que haya sido él y por más daño que me haya hecho, no me lo podía sacar de mi corazón, no me lo podía sacar de mi mente, seguía enamorada de ese pelagatos, de ese idiota que jugó con mis sentimientos como si éstos fueran un juego de naipes. Estaba enamorada de él hasta lo más profundo de mí ser, cada molécula lo amaba, y a la vez lo odiaba con toda mi vida, lo despreciaba como el insecto que era. Lo amaba y lo odiaba, sentía amor y desprecio a la vez. Nunca pensé que uno pudiera amar y odiar a una persona, al mismo tiempo. Y la verdad es que lo que sentía no me gustaba en lo más mínimo. Además el muy imbécil me había destrozado el corazón un día antes de mi cumpleaños, ya no quería hacer nada, no podía fingir estar bien frente a todos mis invitados si por dentro quería encerrarme en mi cuarto y volver a llorar.
Era Viernes 10 de Septiembre, mi cumpleaños. No quería hacer nada, pero no le dije nada a mi mamá, no quería preocuparla, aunque ella sabía perfectamente lo que me pasaba y es que era obvio, si lloré toda la tarde.
La fiesta estuvo regular, tuve que poner cara de felicidad, aunque la verdad es que quería que todos se fueran y me dejaran sola para hundirme en mi depresiva vida.
Así pasó una semana más, donde lo veía todos los días en el colegio y me partía el alma. Llegaba todos los días después del colegio a encerrarme en mi cuarto, llorar toda la tarde y escuchar música que lo único que hacía era hundirme más en ese agujero de dolor.
Pasó un mes y me di cuenta que esto me estaba haciendo mal, él me había matado. Ahora era una muerta andante. Iba al colegio, volvía a mi casa, comía, dormía y al otro día nuevamente lo mismo. Llevaba una vida monótona, pero era como que en realidad yo no estaba. Era una muerta. Él me había quitado la vida. Así que decidí no estar así, no moriría por un hombre idiota que no sabe tratar a una mujer. No me dejaría vencer por un imbécil que no supo valorarme como persona. Yo valgo mucho más que él. Y volví a ser la misma de antes, la chica extrovertida, con amigos, volví a salir y a conocer más personas.
Era fin de año, yo ya había superado lo de aquel incidente. Por fin él se iba de mi vida, él pasaba al instituto y yo a 8º. No lo volvería a ver, estaba feliz porque cerraba un capítulo doloroso de mi vida.
Pero cuando llegué al acto del colegio, para despedir a la clase que partía al instituto y cerraba su ciclo en el colegio, todo cambió. Lo miré y mi mundo se vino abajo. Caí en la cuenta de que no lo volvería a ver más y haya pasado lo que haya pasado, fue mi primer amor, yo aún no me lo había quitado de la cabeza, ni del corazón, había hecho como si no existía, pero la verdad es que aún me volvían loca esos ojos verdes hipnotizantes.
Lo ví ahí y no supe que hacer, se me acercó como para decirme algo. Hace un tiempo que sabía que él estaba arrepentido por lo que me había hecho, aunque nunca se disculpó conmigo frente a frente, había hablado con una compañera mía y le había dicho que se sentía un estúpido por como me había tratado. Yo ya lo había perdonado de hacía tiempo, de hecho habíamos vuelto a hablarnos y éramos amigos nuevamente, aunque nunca como antes… cuando algo cambia, las cosas nunca vuelven a ser como antes. Ahora lo tenía frente a mí, lo miré y sentí como mis ojos se humedecían, no podía llorar frente a él así que actué rápidamente. Creo que él iba a decirme algo pero como estaba en una situación un tanto bochornosa y tenía que hacer algo rápido para que esas lágrimas que se estaban aglomerando en mis ojos no rodaran por mi rostro, hablé antes que él.
- Adiós Raggio – Le dije y mis ojos estallaron así que salí corriendo con la vista gacha antes que él lo notara.
- Adiós – Lo escuché decir detrás de mí mientras yo me alejaba de él para secar mis lágrimas que ya no podía contenerlas con nada y se aprisionaban de todo mi rostro, mis ojos parecían verdaderas cataratas.
El acto acabó y yo no quise despedirme de él nuevamente, ya no podía mirarlo, ahora mi corazón sufría por no poder verlo más. Quien lo diría, yo añoraba este día porque al fin me libraría de él, y ahora lloro porque no lo volveré a ver. Si alguien me entiende por favor contáctese conmigo para saber que no soy la única loca que vive en este mundo.
Cuando él se fue y asumí que no lo volvería a ver más, sentí que mi corazón poco a poco latía más lento, hasta por un momento sentirme casi desfallecida. Me subí al auto con mis hermanos y mis padres y en el trayecto a casa las lágrimas nuevamente empaparon mi rostro. Mi mamá me miraba por el espejo disimuladamente con su rostro triste. Mi papá no quería verme así, soy la niña de sus ojos, él no acepta que nadie me haga daño.
- Hija, esto te va a servir – dijo con un tono de voz entristecido. Me limité a mirarlo por un segundo y luego mi vista volvió a la ventana mientras las lágrimas cegaban mi vista.
- Ahora no lo verás más y ya no sufrirás, pronto te olvidarás de él y tu corazoncito sanará – dijo con una dulzura tremenda, yo seguía llorando, sus palabras hacían que mis llantos se intensificaran aunque él lo hacía para animarme.
Mi Padre tenía razón, si lo piensas detalladamente, los padres siempre tienen la razón, aunque en el momento en el que me dijo esas palabras yo sólo quería que se callara porque dentro de mí pensaba “Él no sabe nada de lo que pasa por mi corazón y mi mente, yo no puedo olvidarlo, lo amo y me voy a morir sin él, sin verlo… lo necesito para sentirme viva.
Al final pasó el tiempo y de a poco lo olvidé. No fue fácil, hubo tiempos en que lloraba todo el día, pero de a poco la herida sanó, y cicatrizó.

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